¿Orient Express? ¿Ha dicho Orient Express?
El pianista asiente como si hubiera formulado la pregunta en voz alta. Este tío está pirado, aunque la opción B es que lo esté yo. Ahora se ha puesto a tocar la sintonía de La Pantera Rosa y se ríe abiertamente, creo que de mí.
tarán tarán...
Lo miro y me sostiene la mirada con descaro, los ojos achicados por la risa.
...tarán...
¿Qué hago yo en el Orient Express?
...tarán tarán tarán...
Nuevamente, parece haber leído mi pensamiento y me señala la ventana con un gesto de su cabeza, adelantando el mentón y sacudiendo de paso su cabellera blanca.
...tarán tarán...
Miro a través del cristal para observar la totalidad del convoy, aprovechando una curva del trazado, y veo un caos tan grande como el que bulle en mi cabeza. No es el Orient Express; el tren está formado por infinidad de vagones de la más distinta factura, desde furgones de TALGO o de AVE, hasta mercancías y cercanías, mezclados sin orden ni concierto. El mío, un lujosísimo Pullman, es el vagón de cola, el último, porque no se ve ningún otro a través de la puerta trasera.
Un nuevo carraspeo de los altavoces y la voz —esa voz que inevitablemente ha de pertenecer a una preciosa mujer— anuncia que acabamos de salir del túnel que hemos estado atravesando durante más de una semana. Rebobino, porque no recuerdo tal túnel, y pregunto en voz alta, más para mí que para nadie:
—¿Túnel?
A lo que la voz sensual de la megafonía contesta:
—Sí, túnel —y se apaga con un nuevo chirrido de los altavoces.
...tararararán...
3 comentarios:
¡Jo! Un relato muy bueno con el pianista y la locutora. El tunel se ha hecho muy largo y él no recuerda nada.
Un abrazo.
Onírico como un sueño... ¿y si fuera cierto?.....me he quedado con ganas de segunda parte!!!! Gracias!!!
Gracias a ti por hacernos recordar también a nosotros que por lectores como tú empezamos con esta historia del convoy. Nos haces sentirnos bien.
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