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lunes, 23 de enero de 2012

Vagón 21. Elisa

Se llamaba Claudia, pero la llamaré Elisa. Tenía entonces los labios todavía inexistentes y sonreía con todo el cuerpo para subsanarlo. Yo atesoraba algo más de acné que ella y paseábamos por los pasillos del instituto como quien se esfuerza en levantarse estoico de cada golpe. La adolescencia es un mal que dura cien años, como en mi caso. Nos besábamos a escondidas de los profesores, escondidos en las taquillas sin puertas (cosas del presupuesto) y retozando en el parque, donde nos mandaba a menudo el loco de mates. A retozar. Tiene gracia ahora, cuando se echa de menos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Maravilloso y espectacular relato. Me han transportado cual barco surca el Pacífico, agitando sus velas, como dices, los brazos Índico y Atlántico; para llegar a ese Paisaje idílico del que nos haces participes, envolviéndonos en la situación de éxtasis del Protagonista. Me ha encantado.
¡¡¡Gracias!!! Por tu comentario en mi Poesía "Pleamar de Sueño" de mi, recien estrenado, blog y ¡¡¡Gracias!!! Por seguirme.
Desde ahora me hago seguidor del sensacional blog que llevais, porque es un mundo cargado de sensaciones y sentimientos que embargan. Hago este comentario en lugar no apropiado, pero en la casilla correspondiente no me lo cargaba.
Reapecto "Vagón 21. Elisa" lo que puedo decir es: ¡Bendita adolescencia!¡Como quedan esas primeras huellas en nuestra memoria! Igual que las del acné en la piel.
Un saludo.

convoy89 dijo...

Gracias a ti por tu entusiasmo. Esperamos estar a la altura. Un saludo.