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viernes, 25 de mayo de 2012

Vagón 42. De vuelta a las andadas

El abuelo estaba preocupado. Las dos últimas veces que había encendido el ordenador para comprobar por los monitores del vagón 42 cómo les iba a Marta y a la otra figurita se las había encontrado formalitas: vestidas, sentadas y hablando. Nunca antes las había visto así; es más, nunca antes las había visto vestidas.

El abuelo se había quedado mirándolas y escuchando lo que decían para ver si se enteraba de lo que les ocurría. Pero estaban calladas. Dedujo que no se habían peleado porque estaban sentadas una junto a la otra y cogidas de la mano pero se extrañó de que no se besaran ni se acariciaran.

El abuelo no sabía que se estaban conteniendo por la falta de alimentación y ahora ya está tranquilo porque acaba de encender el ordenador y las ha vuelto a encontrar desnudas. Ester está tumbada boca arriba mientras Marta, recostada a su lado, la mira y le acaricia los pelillos con el dorso de la mano. El abuelo escucha. Y Marta dice:

-Tienes un cuerpo precioso.

-Pues tú más.

-No, tú más.

-Que no, que tú…

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