Entra en un vagón

lunes, 21 de mayo de 2012

Vagón 44. Moebius

Sin saber cómo, Yamila volvía a estar sentada en su departamento, con Pelusa en los brazos. Si hubiera sido un gato habría ronroneado. Procuró alejar de su mente la idea del gato. No le apetecía materializar otro bicho del que hacerse cargo. Obtenerlos era sencillo, pero deshacerse de ellos resultaba imposible la mayoría de las veces.

Pelusa saltó de su regazo, encogió de repente y se coló debajo del asiento. Se había abierto la puerta del compartimento de Luz y una oscuridad antinatural invadía el rectángulo de pasillo sobre el que debían haberse proyectado los rayos lechosos de aquel sol de invierno oculto tras las nubes.

Sí, debían de haber parado. Esa vez no se levantó, ni la mujer de negro cerró los ojos. Continuó comiéndose el pasado.

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