Por más empeño que pusiera no conseguía dormir. A pesar del cansancio. A pesar del agotamiento físico. Cerrar los ojos, apartar los pensamientos, dejar la mente en blanco … cualquier cosa que intentara solo conseguía empeorarlo.
Sí, la noche iba a ser horrible, como todas las noches, por otra parte.
Es curioso, hay gente a la que el monótono ruido del tren, los susurros de los compañeros de viaje, las respiraciones acompasadas y todo lo demás, llega a inducirles ese adormecimiento previo al sueño.
Pero a mí no, a mí me pone nervioso.
1 comentario:
A lo mejor esperas a que algo suceda. En los trenes, a veces, pasan cosas. Y solo lo saben lo que no se duermen.
Saludos
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