Entra en un vagón

jueves, 23 de febrero de 2012

Vagón 18. Demonios en el vagón

Cuando Camila entró al vagón, no se percató de que había olvidado la cordura en la estación central. Tenía la cabeza llena de esos pájaros que cantan sin sentido. Se llevó la mano a la boca para cubrir el bostezo que le provocaba la náusea del cansancio.

Se sentó junto a la ventana y miró el paisaje nocturno. El tren hacía crujir las vías disparejas; tantas veces usadas, tan llenas de ires y venires. El puerto había quedado atrás, así como había quedado atrás su vida. Se llevó la mano discretamente al pecho. Aún le dolían las mordidas del apasionante encuentro en el baño de la estación. Un extraño cualquiera; podría haber sido un amigo o enemigo; un simple encuentro de soledades. Se lamió los labios y cerró los ojos. Se imaginó envuelta en la noche, con los recuerdos y el pasado en la maleta y la risa de los viajeros humedeciendo las ventanillas.

El demonio se sentó a su lado y le sobó la pierna. “Camilita, Camilita... ¿Adónde vas tan callada?” Camila se dio cuenta del acercamiento, pero ya estaba acostumbrada. Cuando intentaba alejarse de la vida, el demonio le hablaba de amor. Así era el juego. Así eran las reglas. “Dime, ¿qué es lo que buscas?” No había nunca respuestas a las preguntas. Eran tan sólo eso, preguntas al aire. Camila, distraída por el ajetreo del tren y las preguntas del demonio; con los sentidos todavía llenos del sexo de la estación. “No me hables” le dijo por fin al enervante demonio que le seguía hablando de lado. Y lo miró de frente, por primera vez. “¿A dónde mandaste a la gente que estaba aquí? Apenas me estaba acostumbrando a lo ruidoso de sus risas.” El demonio rió a carcajadas. “Camila, mi amor, aquí no había nadie. Te imaginaste las risas, así como también te imaginaste al hombre con el que estuviste hace rato.” Camila rió con esas risas que uno tiene cuando se ríe de uno mismo. “Eso sí no te lo voy a creer. ¿Te imaginas las cicatrices que me van a quedar de las mordidas que el muy cabrón le dio a mis pechos?” El demonio rió divertido y le metió la mano debajo de la falda. “Camila, en este vagón estamos solos. Vamos a repetirlo.” Camila tuvo que reír al darse cuenta de que reconocía la textura de la caricia. Le cayó el veinte antes de llegar a la primera parada. Titubeó por un instante. “Bueno, pero esta vez no me muerdas.”

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Un relato con todos los ingredientes para sentir una gran perplejidad y concentración en la lectura.
La pasión, el demonio, las ausencias...el tren. Te ha quedado de lujo.
Un abrazo.

convoy89 dijo...

Es curioso que varios autores del convoy acaben (o empiecen) hablando de sexo. El sexo está muy presente en nuestras vidas : )