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domingo, 11 de marzo de 2012

Vagón 16. Obligatoria subida

¡Cómo lo echaba de menos!

Era como… una rotura muy dentro de su organismo, algo que no le dejaba vivir divisando su alrededor con tranquilidad y armonía… A las que, por regla general, estaba acostumbrado. Sentía continuamente náuseas, las típicas que te prohíben comer y desconcentrarte en múltiples tareas inacabadas, las dueñas de tu vida en incontrolables momentos, las que te indican: ¡Oiga, algo falla!

La continua lucha de negación ante lo que sentía le hacía cada día más monigote existencial. –Que no, que no y que no –se repetía–. Y el resultado fue un “que sí” devastador.

Reconocer que tu vida es cómodamente aburrida, carente de suspiros que recargan las ánimas, es el primer paso para iniciar el vuelo hacia una búsqueda sanadora.

Así, tras unos meses con sintomatología clave de incoherencia vital, Kuth cogió tres jerseys, tres calzoncillos, cinco camisetas, tres pares de calcetines finos, un pantalón y una chaqueta, y los introdujo en una vieja mochila roja. En menos de media hora se encontraría en el vagón 16. Por el momento no echaría de menos su Paz: su viaje. Siempre había estado enamorado de las vías. 


Se despidió de su vida, la que englobaba pérdidas gananciales e intrínsecas.

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