Entra en un vagón

lunes, 12 de marzo de 2012

Vagón 42. El calcetín

El abuelo ha llegado a casa de mal humor. Porque su compañero de dominó le ha reñido. Y con razón: no tenía que haberse doblado al cuatro en aquel momento y facilitado el dómino a los contrarios. A partir de ese momento todo ha transcurrido según la vieja creencia entre jugadores de dominó: si uno de los dos compañeros que forman la pareja comete una quebrada, o sea un error, a partir de ahí las fichas se les pondrán en contra a los dos. Así ha sido: luego todo han sido dobles y fichas cruzadas.

Por eso intenta relajarse. Se sirve un lingotazo de whisky, entra en la habitación del nieto y se sienta frente a la maqueta del tren eléctrico. Mira el discurrir de los trenes pensando en Marta: duda si encender el ordenador para buscar la cámara de su compartimento y comprobar lo que hace. No quiere interferir en su intimidad si está enlazada con su compañera pero a la vez quiere saber que las dos están bien y felices.

De momento se limita a mirar la zona más alejada de la maqueta por donde corre el tren de Marta. Va contando los vagones para localizar su número, el 42, y se detiene ante algo raro que ve unos vagones más adelante, algo que cubre el vagón 37. ¿Eso no es un calcetín? Si será descuidado mi nieto… Va hacia esa zona de la maqueta, coge el calcetín sin detener el tren y lo lleva al lavadero, a la cesta de la ropa sucia.

Vuelve a la habitación del nieto y decide encender el ordenador. Busca el vagón y el compartimento de Marta, lo encuentra y mira. Ahí están las dos figuritas tumbadas de medio lado, desnudas, mirándose a los ojos y acariciándose las mejillas.

El abuelo apaga el ordenador y bebe otro trago de whisky.

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