Entra en un vagón

viernes, 30 de marzo de 2012

Vagón 72. Ángel (1)

El libro descansaba en sus rodillas, abierto por la misma página desde hacía más de media hora. Su vista volvía a posarse sobre el mismo párrafo después de haber vagado hasta la figura de aquel chico, una y otra vez.

No podía evitarlo.

“El joven del violín”. Así le había bautizado (“¡ay! ¡¡¡Mi niño, pero qué grasioso es, qué imaginasión!!!”, hubiera dicho su madre, mientras su hermano le hubiera hecho burlas sin parar, llamándole nenaza). Claro, desconocía su nombre. No hacía ni dos días que había subido al vagón y su timidez congénita le impedía acercarse a él, así que, para Ángel, aquel chico de mirada cálida, permanente sonrisa y aura melancólica era “el joven del violín”.

¿Cuál era su historia? ¿Cómo había llegado al tren? ¿Por qué había subido a ese vagón? ¿Por qué no se separaba de su violín? Todas estas preguntas y muchas otras giraban en su cabeza.

¿Así cómo iba a centrarse en la lectura?

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