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miércoles, 18 de abril de 2012

Vagón 37. Chinchando

Qué chinche es Julia, siempre está enredando. A veces me cansa y me hace enfadar pero la mayoría de las veces me lo paso bien con ella. Es tan chiquitita… podría ser mi hermana pequeña, pero no lo es. No es nada mío. Como tampoco lo es la mujer de los juegos.

La única familia que tengo es mi padre. Mi madre se murió antes de nacer yo, eso dice mi padre. Yo no entiendo cómo puede ser eso, pero es lo que dice papá. La atropelló un coche. Por eso mi padre no me dejaba salir a la calle, para que no me pasara nada. A mi padre le da todo mucho pavor, a mí no me asusta nada. Cuando era pequeño sí me asustaban muchas cosas, mi padre me enseñaba a tener miedo, pero ahora no: ahora soy mayor y no le temo a nada.

La mujer de los juegos se ponía todos los días frente a mi ventana. Yo me escapaba en cuanto la veía. Algunas veces mi padre no se enteraba, pero cuando se daba cuenta salía buscarme y me devolvía de una oreja a mi habitación, lo peor era el cinturón. En la calle nunca me pasó nada malo; en mi habitación papá me castigaba con la persiana bajada para evitar tentaciones, eso decía.

Ese día, según crucé la calle la mujer me dijo: “ven, corre”. Y yo la seguí hasta un coche.

—¿Quieres que nos escapemos a vivir una aventura?

—¡Claro! —Lo estaba deseando. Quería vivir aventuras.

Ahora estamos en este tren tan extraño y es verdad, todo es una aventura. ¿Estará mi padre preocupado? Al pobre le da tanto miedo todo…

Ya está Julia otra vez con las pataditas… qué chinche es.

—¿Y ahora qué? —Tengo su pie descalzo bien agarrado. Se va a enterar…

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