Entra en un vagón

domingo, 1 de abril de 2012

Vagón 44. Racionamiento

La niña volvió del vagón restaurante con las coletas gachas. Había puesto su mejor cara de desamparo, pero no había conseguido lo que quería. La camarera había sido muy amable y muy clara.

–Está todo contado, preciosa. No sabemos cuándo vamos a poder parar y somos muchos. Hay más niños ¿sabes? –señaló hacia los números bajos–. Algunos son bebés.

No es que tuviera hambre. Aún le quedaban provisiones de las que había llevado consigo. Le había dado una parte a la señora enferma, que lo había aceptado todo con mucha naturalidad. Igual que la manta. Sólo quería comprobar si su carita seguía haciendo efecto.

El revisor le acariciaba la barbilla con ternura cada vez que hacía su ronda, las dos chicas con las que se había cruzado la habían mirado con cierta simpatía.

Pero la camarera no le había dado nada.

Ya en su nuevo lugar, más cerca de la señora de los ojos cerrados, se miró las piernas con aversión. Esperaba descubrir algo horrible, pero no, no había crecido. Y si no había crecido debía de haber un motivo para que sus mohines no diesen resultado.

Pasado un rato la camarera, que nunca había llegado hasta su vagón, se acercó deprisa, dejó caer un paquetito sobre su falda y volvió a marcharse.

La niña sonrió mientras guardaba las galletas en una maleta bajo el asiento. La mujer enferma gimió.

Todo volvía a la normalidad.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Como todos los anteriores que no te he podido comentar; está estupendo este nuevo relato.
¡Ah! Ya puse el "dichoso" botón de stop para la música.
Un abrazo.

convoy89 dijo...

Un abrazo a ti. Nos alegra que estés de vuelta en el convoy.